Trabajar en una clínica veterinaria puede ser tan absorbente que te haga olvidar al resto del mundo. ¿Vaya descubrimiento, verdad? Te olvidas de comer, de dormir, de los amigos y a veces incluso de la familia. Una familia que se adapta y aprende a vivir con todo lo positivo y lo negativo de la profesión.
En este caso quizá la vida es más fácil cuando los dos miembros de la pareja son veterinarios, o veterinario y ATV y ambos están inmersos en el mismo torbellino. Pero, ¿qué pasa cuando uno de los dos se gana la vida con algo totalmente distinto? ¿Y cómo lo viven los hijos?
Lo que te vamos a contar seguramente te resultará familiar y es un ejemplo bastante divertido de diferentes situaciones que viven, han vivido y seguramente vivirán los veterinarios de pequeños animales y sus familias.
El veterinario y la vida en pareja
Conseguir tener algo de vida social entre semana es la primera dificultad a la que te enfrentas como veterinario. ¿Cuántas citas has anulado por una urgencia? ¿Cuántas veces has llegado a casa tan agotado que la propuesta de salir era peor que escalar el Everest? Como tu pareja es súper comprensiva lo entenderá pero… ¡acuérdate de compensarla tan pronto como puedas!
Sin embargo, las urgencias también tienen su parte positiva y te habrán sacado de más de un apuro. ¿Quién no las ha usado como excusa para escaparse de un evento aburridísimo?
Y luego viene la cuestión de los Congresos. La parte buena es que si eres ponente, se viaja mucho. ¿El precio que paga tu pareja? Unas cenas de gala interminables en las que solo se habla de veterinaria y tener que alternar con gente desconocida en las excursiones para los acompañantes (tip de los veteranos: procura que tu pareja encuentre a algún amigo o amiga en el mismo congreso). Y todo esto, por supuesto, en otro idioma!
Ah! Y no olvides que el 50% o más de vuestros amigos también serán veterinarios. Si quieres evitar que tu pobre pareja se quede dormida en el sofá ¡Prohibido hablar de casos clínicos fuera del horario laboral!
¡Y llegan los niños!
No hay nada más cool que decir que tu papá o mamá son veterinarios. ¡Los compañeros de clase se imaginan de inmediato que tu casa es un zoo! Y a menudo es verdad. Todos querrán venir a jugar a tu casa para estar con los perros, gatos, pájaros, tortugas, peces y toda la fauna del Arca de Noé. Así que prepárate, porque la popularidad tiene un precio: vas a tener unos cuantos hijos adoptivos lo quieras o no.
No rechaces la invitación del colegio para dar una charla sobre tu profesión. Por estadística hay pocos veterinarios en cada colegio, así que seguro que te va a tocar en algún curso. Y será un gran motivo de orgullo para tus hijos.
Algo que va a ser muy cool también, si eres dueño de tu propio negocio, es darles la oportunidad de estar en la clínica cuando están con unas décimas de fiebre y no pueden ir al cole. Todos los hijos de veterinario lo recuerdan como algo extraordinario: poder estar en un rincón del quirófano, ponerse gorro y mascarilla como papá o mamá y ver una cesárea. O tener la oportunidad de interactuar con algún animal exótico… serán cosas que jamás olvidarán.
Ahora parece que hablemos del País de las Maravillas, pero la paternidad también tiene sus obligaciones: tus hijos juegan partidos a los que hay que asistir, tutores que estarán encantados de conocerte (al menos una vez al año) y fiestas de cumpleaños que hay que organizar. Si los niños te ven poco de lunes a viernes ¡entrégate al 100% el fin de semana!
Piensa que ellos tampoco se escapan de las situaciones incómodas. Casi todos han tenido que responder alguna vez a la pregunta que más les fastidia ¿Tú también quieres ser veterinario?
Hijos mayores con papá o mamá veterinarios
Una vez superada la etapa escolar, con aciertos y errores, tus hijos se independizan y vuelan del hogar. Si ninguno de ellos ha seguido tus pasos, prepárate: el chat familiar se va a convertir en un consultorio y tienda online.
No habrán estudiado veterinaria pero ninguno podrá vivir sin un perro o un gato –o varios-. Así que las siguientes preguntas van a ser lo más habitual:
-“Mamá/Papá, el gato de una amiga no come. ¿Qué crees que le puede estar pasando?”
– Tú: “¿¿¿¿????? A ver, dile que lo lleve a su veterinario. ¡No puedo hacer un diagnóstico por teléfono!”
No te rías, los amigos de tus hijos están convencidos de que los conocimientos veterinarios pasan de padres a hijos y la primera consulta se la harán a ellos.
-“Mamá/Papá, a Chloe le lloran mucho los ojos. ¿Qué le puedo poner?”
-“¿Cuándo empiezo a darle el antiparasitario? ¿Te acordarás de traerme una caja este fin de semana cuando nos veamos para comer? Y ya que hablamos ¿me encargas un saco del pienso de prescripción?
Un fin de semana cualquiera:
– “Mamá/Papá ,¿me puedes dar hora para esterilizar a la perrita?
–Tú: ¿Te importa llamarme el lunes cuando esté en la clínica y tenga la agenda?
Seguro que hay tantas historias como veterinarios y familias, a cuál más hilarante. Así que no creas que tu situación es única…la compartes con el resto del Arca de Noé.