La Dra. Belén Montoya sufrió burnout desde el inicio de su carrera profesional. La Dra. Montoya participó en el Directo IG de VETVOICES, donde explicó su experiencia sobre cómo aprendió a identificar lo que la estresaba de la profesión y tomar medidas para evitarlo. Hoy en día Belén tiene su propia clínica especializada en felinos y administra su tiempo de otra manera. Gestiona la cuenta didáctica sobre los secretos de la medicina felina @pensando_en_gato con 21K seguidores. Nuestro VETVOICES LIVE dedicado al burnout fue una oportunidad fantástica para conocerla en directo y poder interactuar con todos los participantes.
Belén Montoya se graduó en 2003, una época en la que no se había puesto nombre todavía al burnout, aunque en la Universidad ya se comentaban las dificultades intrínsecas al trabajo en las clínicas. Como no le atraían las urgencias ni el trato con los clientes, Belén empezó su actividad profesional con fauna silvestre, pero este campo no la convenció. Entonces surgió la oportunidad de entrar en una Clínica y decidió probar a ver cómo era en realidad.
“Duré dos días”, comentó Belén en VetVoices Live. “Me di cuenta enseguida que aquello no era para mí. Uno tiene que conocerse muy bien y saber lo que te gusta para poner límites. A mí me gusta llamarlo “cortafuegos”, decisiones que tomas para evitar lo que no te gusta o no te va bien. Por ejemplo, mi primer cortafuegos era la ética. No podía trabajar en un sitio donde la factura era lo primero y el animal lo último.
Si quieres seguir la conversación por ti mismo, clica en los links que irás encontrando en la entrevista. Los encontrarás subtitulados en inglés.
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¿Cuándo fue tu primera experiencia con el burnout?
En la segunda clínica de pequeños animales donde trabajé. Hice urgencias sin parar, pasaba fines de semana enteros sin salir de la Clínica. Era la responsable del teléfono de urgencias y no tenía tiempo ni para ir al cine ni tomar una cerveza con mis amigos… no tenía tiempo ni para mi pareja. Era imposible desconectar. Y eso que disfrutaba muchísimo con el trabajo. Disfrutaba con los diagnósticos, con el trabajo en equipo, salvando animales… pero a la vez pensaba ¿Este es el precio que tengo que pagar para trabajar en lo que me gusta?
También habían otras razones que lo hacían más difícil: la relación con la dirección era complicada, los clientes eran de zonas rurales con menos educación a nivel de los animales… Todo sumado era el cocktail perfecto para saltar. Estuve un año y medio y después busqué otro trabajo.
¿Y el siguiente trabajo fue mejor?
No, todavía fue peor. Como he comentado, una de las causas que puede provocar burnout en el veterinario es trabajar en contra de la propia ética personal. Podemos hablar de malos sueldos, malos horarios o jefes y compañeros tóxicos, pero a veces tienes que trabajar en Clínicas donde la ética brilla por su ausencia: te fuerzan a sacar el máximo dinero de los clientes o saben que deberían derivar al paciente pero no lo hacen. Si eres una persona empática y trabajas por vocación esto te quema. Por suerte no es una práctica habitual, pero a veces sucede.
En esta Clínica acabé muy mal, porque sentía que no podía desarrollar mi profesión. Estaba fatal y empecé a visitar a terapeutas y a tomar ansiolíticos y antidepresivos. Acabé pensando que no quería trabajar más como veterinaria y empecé a buscarme la vida fuera del sector.
Los veterinarios vamos aguantando cada día un poco más hasta que acabamos en urgencias con un ataque de ansiedad
Pero seguiste en la profesión
Pues sí. Mientras me planteaba qué podía hacer con mi vida surgió la oportunidad de entrar en una Clínica que me ofrecía más estabilidad y tenían una ética muy buena de cara al paciente y al cliente.
El problema fue que el horario era insostenible. Allí aguanté unos años hasta que me ocurrió lo que yo llamo la metáfora de la rana y la olla. La fábula cuenta cómo si pones una rana en una olla de agua fría y la calientas despacio, la rana se va acostumbrando al calor. Cuando se da cuenta de que se está quemando, ya no puede saltar por estar demasiado débil.
Esto es lo que nos ocurre a los veterinarios muchas veces. Vamos aguantando cada día un poco más que el anterior. Cada uno tiene sus motivos: por dinero, por el prestigio del centro donde trabajas, porque crees que no vas a encontrar nada mejor o por no decepcionar a tu entorno. Hasta que acabas en urgencias con un ataque de ansiedad y en el punto de no retorno.
Está claro que los motivos que provocan burnout son diversos y que uno no es consciente de que se está quemando.
El test de burnout de HappyVet Project está muy bien porque mira mucho más allá, te hace un examen exhaustivo. No somos conscientes del nivel de burnout que tenemos. Hice una encuesta entre mis seguidores de Instagram y me dijeron que tenían ganas de llorar antes de ir a la clínica, ansiedad, irritabilidad…
Estamos irritables, nos cuesta concentrarnos o somatizamos el estrés con contracturas, problemas de piel, problemas digestivos o respiratorios, incluso insomnio. Yo misma empecé a dormir mal cuando hacía urgencias y nunca más he vuelto a dormir bien. También ves veterinarios desmotivados o lo que es peor, con una total despersonalización del trabajo. Estás tan quemado que el paciente te importa poco. Y esto es muy peligroso.
¿Qué soluciones propones para reducir el burnout en la profesión?
Las soluciones al burnout están repartidas al 50% entre uno mismo y la dirección de los centros veterinarios.
A nivel personal, pregúntate qué es lo que quieres y qué te va bien. Y sobre todo, qué es lo que no quieres. En mi caso, las urgencias eran lo peor de la profesión. En cambio hay personas que disfrutan con este tipo de trabajo.
Tenemos que aprender a pedir lo que queremos con asertividad, que en general es una asignatura pendiente. Debemos hablar de las cosas que no nos gustan y hacerlo bien, antes de que sea demasiado tarde. Pasar el día quejándonos solo sirve para enrarecer el ambiente y potenciar nuestro malestar. Y si después de haber pedido de forma asertiva no se obtiene nada, debes plantearte si debes dejar el trabajo.
Por suerte, los centros veterinarios se están dando cuenta de las pérdidas económicas que está generando el burnout. El sector tiene que cambiar de forma radical e ir implementando medidas, aunque sea despacio, que demuestren que el problema importa. Conozco muchos veterinarios muy válidos que se han quedado por el camino. Y es una pena. Estaría muy bien que de forma habitual se distribuyeran tests como el de burnout o el de Fatiga por Compasión para saber cómo está el personal y si se deben tomar medidas. Así se evitaría que la gente se queme y se vaya del centro.
¿Crees pues que los tests pueden ser de ayuda?
Desde luego. Cuando hice el test ¡me dio una puntuación de 17! ¡Esto significa que estoy al límite! Me quedé sorprendida porque ahora estoy trabajando en lo que me gusta, tengo horario flexible… Al final te das cuenta de que nuestro trabajo en sí es de riesgo, estás constantemente al límite emocionalmente hablando.
El tema de la Fatiga por Compasión es serio. Yo misma no supe hasta 2008 que esto existía y me ayudó mucho ponerle nombre gracias a mi terapeuta. Es muy importante pedir ayuda, nadie te va a mirar mal porque ya está muy normalizado.
¿Cómo superaste el burnout?
Primero, yendo a terapia. Recomiendo que cambies de terapeuta si después de un tiempo no ves avances. También me han ido bien las lecturas de desarrollo personal. Con ellas he descubierto que tengo total control sobre mi vida y que no debo normalizar según qué situaciones o actitudes. Y que si no me cuido yo misma nadie lo hará por mí.
Este fue mi punto de inflexión para tomar la decisión de emprender mi propia clínica. Era lo que más se adaptaba a mi forma de ser, por mi edad y por mi forma de ver la profesión.
Hiciste una encuesta entre tus seguidores, ¿verdad? ¿Qué resultados obtuviste?
Me gustaría agradecer a todos los que participaron y me dieron generosamente sus respuestas.
Les pregunté qué hacían para desconectar de la clínica y me contestaron que suelen ir al aire libre, tomarse vacaciones –a la playa, especialmente- o escuchan música.
Otra cosa que me llamó mucho la atención fue lo que comentaron sobre los grupos de Whatsapp. A algunas personas les provoca mucha ansiedad el hecho de estar conectado y ser visible las 24/7. Hay mucha gente que cuando está de vacaciones se va del grupo y vuelve cuando regresa. Otros apagan el móvil. Aunque también hay gente que no le da importancia a que les molesten cualquier día o prefieren estar al corriente de lo que ocurre en la clínica mientras libran.
También les pregunté cuál de los motivos que genera burnout les afectaba más, si el ambiente tóxico entre compañeros/jefes, el trato con los clientes, los problemas personales… se me olvidó el tema del salario, que mucha gente me lo pidió. Las respuestas fueron
- Ambiente tóxico – 15%
- Trato con los clientes – 26%
- Problemas personales – no afectan mucho
- Todo en general – 60%
Esto demuestra que es un cómputo general. Para quien le genere estrés el trato con los clientes, se pueden aprender técnicas para saber hablar con los clientes sobre temas económicos, la gestión del duelo, etc.
Soy consciente de que cuando empiezas, y hablo por mi propia experiencia, el trato con el cliente es lo peor. Con el tiempo te das cuenta de que cada persona se expresa a su manera y es importante no juzgar. Si consigues transmitirle al cliente que lo importante para ti es su mascota, consigues bajar las barreras. Si no da resultado, con el tiempo aprendes a que no te afecte como algo personal: has hecho lo mejor que has podido con lo que tenías. También transmites seguridad a los clientes sobre tus decisiones y acaban confiando en ti.
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