Las personas que trabajamos con animales y en sanidad animal solemos sentirnos atraídas por este sector porque lo vemos como una vocación personal, pero al mismo tiempo nos enfrentamos a una dura realidad inesperada.
Además de lidiar con el sufrimiento de los animales de forma rutinaria, las profesiones relacionadas con el cuidado de los animales no suelen contar con el apoyo o respaldo adecuados en lo que respecta a las leyes de protección de los animales y la conciencia social general que simplemente ignora lo que supone ser un veterinario.
Esto se traduce muchas veces en condiciones de trabajo sin una remuneración adecuada ni derechos laborales garantizados, sumado a una actividad que requiere un alto esfuerzo físico e intelectual, turnos muy largos, mayor riesgo de fatiga por compasión o empatía y entornos emocionalmente complejos, y con poco tiempo para conciliar con otras actividades o relaciones fuera del trabajo que puedan balancear todo lo anterior.
Todo ello puede provocar estrés crónico, ansiedad, agotamiento y también problemas de salud mental y emocional. En casos graves hasta el punto de provocar el rechazo o incluso el abandono de una profesión que amamos y sin duda una de las más bonitas. O lo que puede resultar peor, quedar atrapado en ella con la sensación de no tener ningún otro sitio al que ir ni nada más que hacer para ganarse la vida, con una sensación permanente de insatisfacción, fracaso y desmotivación.
Muchos representantes del sector veterinario advierten del mayor riesgo de enfermedades mentales al que pueden verse expuestos los miembros de la comunidad veterinaria. También les preocupa que los colegas afectados no busquen ayuda o no den señales claras para que otros las reconozcan hasta que sea demasiado tarde. Además, la comunidad veterinaria también debería formarse para detectar y evitar a tiempo las rutinas tóxicas, ya que pueden conducir a la degradación de la salud mental de todo un equipo.
El «estado de burnout», definido por Maslach, implica agotamiento emocional, despersonalización de las tareas y sentimiento de insatisfacción. Las personas que sufren el síndrome de burnout sienten una baja autoestima, a pesar de su esfuerzo sostenido
¿Cómo detectar el deterioro en la salud mental?
Sabrás que algo va mal si notas algunos de los siguientes síntomas:
- Trastornos del sueño.
- Falta constante de energía a pesar del descanso.
- Querer estar solo, evitar socializar, «ir a lo tuyo» en el trabajo.
- Dejar de hacer las cosas que te gustan.
- Alejamiento de las actividades familiares y de los amigos.
- Padecer trastornos digestivos y cutáneos, molestias o dolores para los que no hay explicación.
- Estar confuso/a. Pérdida de memoria.
- Tener cambios repentinos de humor.
- Estados de ánimo predominantes en el trabajo: frustración, cinismo, cabreo.
- Ser incapaz de realizar las tareas cotidianas.
- Sentirse abrumado/a, taquicardia repentina o presión en el pecho al afrontar un nuevo día o casos similares a otros pasados que no han ido bien.
- Sentir la necesidad de hacerse daño a uno mismo o a otra persona.
- Seguir una rutina, respetando los horarios de sueño y comidas (entrevista Guillem Parer).
- Hacer ejercicio. La actividad física (Vet Yogi), sea del tipo que sea, ayuda a segregar hormonas que proporcionan sensación de bienestar, como la serotonina y las endorfinas. Una buena forma de dejar a un lado las preocupaciones y olvidarse de los casos clínicos.
- Dedicar tiempo a aficiones.
- Practicar técnicas de relajación y meditación. (Vet Yogi)
- Fijarse objetivos realistas que te ayuden a enfocar tu vida.
- Mantener el contacto social con tu familia y amigos.
- Si algo te angustia, no te lo guardes para ti. Compártalo con alguien de confianza o con un profesional.
- Si te das cuenta de que un compañero lo está pasando mal, ofrécele tu ayuda. Te lo agradecerá (Entrevista a Judith Soriano).