“Siempre nos han preguntado qué queremos ser, pero no cómo queremos vivir la vida.”
Me licencié en Medicina Veterinaria en la Università degli studi di Sassari y veterinaria siempre ha sido lo que he querido ser. Ahora me dedico a la consultoría artística de marcas de autor, además de gestionar mi propio blog acerca de los espacios que habitamos y su relación con el bienestar. Todo está bien, solo tenemos que encontrar nuestra manera de estar bien.
¿Qué te llevó a estudiar veterinaria?
El motivo es muy sencillo, yo simplemente quería curar los animales y aliviarles el sufrimiento. Cuando era pequeña, mi abuelo salía a cazar, sobre todo aves. Si no morían por el disparo y tenían alguna herida superficial, por ejemplo, en las alas, él los traía a casa y yo y mi padre los curábamos. A mi abuelo, extrañamente siendo cazador, también le encantaban los animales. Muchas de las cosas que sé sobre animales me las enseñó él.
¿Crees que un alto nivel de expectativas creadas por la vocación en esta profesión influye con respecto a la inesperada realidad que te encuentras?
Sin duda. En el imaginario colectivo la profesión veterinaria está muy romantizada por el hecho de tratar con animales. No conozco a nadie que te pregunte “qué haces tú en la vida “y tú dices, soy veterinario” y ellos responden “oh qué bonito” (y nadie tiene ni idea de lo que significa).
No obstante, si tu vocación te empuja a escoger esta profesión (¡adelante!), pero luego la realidad no es la que te imaginas. Esto también pasa porque nunca nadie nos ha preguntado cómo queremos vivir la vida, solo nos preguntan desde pequeños qué queremos ser. Algunos quieren ser peluqueros, otros médicos y otros abogados. Sin embargo, nadie sabe exactamente qué significa el cómo vas a vivir tu vida diariamente si escoges una profesión u otra. Realmente, cuando estás eligiendo una profesión, y sobre todo desde la vocación, no estás escogiendo tu realidad diaria.
¿Por qué motivos decidiste dejar de dedicarte a la profesión que amabas y que se te daba tan bien?
El primer motivo fue por la decepción constante. Esto vino dado por la generalizada falta de respeto por la profesión veterinaria. A veces incluso propios compañeros de trabajo y propietarios de clínicas faltan al respeto a la profesión, permitiendo condiciones de trabajo muy malas, con un mal salario, horarios inhumanos, mala gestión, etc.
El segundo motivo fue por el desgaste emocional brutal, a todos niveles. En perfiles de alta sensibilidad, entre los cuales hay muchísimos veterinarios, es algo realmente duro de soportar.
El tercer motivo fue la soledad y la incomprensión que se siente cuando la sociedad no comprende el porqué de tu estrés y de tus decisiones. El imaginario colectivo ve al veterinario como alguien que vive una vida romántica rodeado de animales y haciendo el bien.
¿Porqué muchos veterinarios y auxiliares siguen trabajando a pesar de sentir esa insatisfacción laboral?
He conversado con muchos compañeros insatisfechos y cuando les preguntas, ellos te responden “¿y qué más voy a hacer? Es super extraño porque parece incluso que se ha normalizado la queja y la insatisfacción laboral, tanto que parece la condición natural que tienes que aceptar para trabajar de esto.
Esta es una profesión que requiere una inversión de años de estudio muy duros, que te permite tener muy poca vida, muy pocos intereses y muy pocas actividades paralelas. Además, siempre sigues estudiando y formándote. Estos factores hacen que acabes formando parte de un universo muy pequeño. Y resulta muy difícil proyectarse fuera de ese universo en el que estás sumergido constantemente. Por otro lado, por el simple hecho de haber invertido tanto esfuerzo, tanto dinero y tantos años de tu vida en algo, es casi inconcebible pensar en dejarlo.
¿Cómo resumirías tu proceso de aceptación entre pensar en dejar la veterinaria a hacerlo realmente?
El momento cero fue cuando acepté que sentía una gran insatisfacción y una frustración constante y mi vida se resumía a ese sentimiento. Me di cuenta de que no eran momentos puntuales y que no se arreglaría con unas vacaciones. Fue un momento muy importante porque tomé consciencia de la situación y comprendí que no estaba bien.
A esto le siguió una temporada de mucho sufrimiento y dolor porque me sentía culpable por no haber aguantado más, por tirar tantos años por la borda… Llegué a sentirme fracasada por no estar cumpliendo con mi deber y darle la espalda a la profesión.
En tu caso, ¿cuál fue la gota que colmó el vaso?
Un día me vestí en mi casa con una sensación de malestar y de opresión en el pecho. Estaba respirando fatal, tenía taquicardias y pensé que me estaba pasando algo realmente grave. En ese momento me di cuenta de que estaba sufriendo una crisis de ansiedad. Ahí dije “basta, no me voy a permitir hacerme más esto”.
¿Cuándo llegaste a estar en paz contigo misma?
Ahora hace cuatro años que dejé la profesión. Los dos primeros años y medio fueron los más duros, pero poco a poco he ido sintiendo seguridad con la decisión que tomé. Comencé a sentir paz cuando dejé de sentirme culpable. Cuando me di cuenta que tenía derecho a sentirme aliviada por no ir a la guerra cada día, porque ir al trabajo era ir a la guerra.
¿Has sacado alguna conclusión a lo largo de estos años de reflexión?
Sin duda esto es una cosa atada a generaciones como la nuestra y la de nuestros padres. Ellos tenían una profesión y se dedicaban a eso el resto de su vida y es lo que nos han transmitido a nosotros. Nuestra generación ha sufrido un momento de cambio y cuando ya teníamos encaminada nuestra carrera, nos dimos cuenta de que el mundo laboral había cambiado y el trabajo fijo no existía. Nos cambiaron las reglas del juego cuando ya estábamos jugando la partida.
Así como las nuevas generaciones son más listas y entienden las nuevas corrientes, nuestra generación ha tenido que adaptarse. Yo conozco jóvenes que comenzaron con la profesión, vieron su realidad diaria llena de guardias, altos ritmos de trabajo y discusiones y decidieron enfocarlo de otra manera. Usaron sus estudios para dejar de lado la clínica y dirigirse a otra rama.
¿Cómo enfocarías la profesión veterinaria clínica para quien sufre burnout?
Hay personas que pueden encontrar una manera de seguir con la profesión, pero de forma distinta. La cuestión es no llegar a quemarse completamente, como me pasó a mí. Hay que intentar ponerle freno antes e intentar encontrar una forma más humana y más compatible para cada uno. Si no estás feliz donde estás siempre puedes cambiar. Y en lugar de trabajar en un hospital de referencia, puedes trabajar en una clínica pequeña. Todo está bien, solo hay que buscar la manera de estar bien.
¿Qué actividades han sustituido la de veterinaria?
Todo tipo de actividades creativas relacionadas con el desarrollo de mi proyecto de consultoría para marcas: fotografía, estilismo, comunicación, etc. Para alguien que está acostumbrado a una formación estricta y científica, descubres que se pueden desarrollar actividades sin orden ni reglas. Para mí esto es algo maravilloso porque puedo desarrollar mi discurso con coherencia y libertad al mismo tiempo.
¿Qué ventajas crees que tienes por haberte formado antes como veterinaria?
El hecho de haber desarrollado una mentalidad analítica me ha permitido ver las cosas con mucha claridad y poner un orden. Creo que muchas personalidades creativas se pierden por el camino por culpa de la falta de concreción. La gente que tiene a la vez una mente más analítica sigue órdenes y protocolos, a pesar de que les cueste soltarse un poco al inicio, luego sabe aterrizar las cosas y ver el recorrido.
Si la Eva de veinte años se hubiese imaginado con tu situación profesional actual, ¿qué pensaría?
¡Locura pura! No me lo hubiera creído. Para mí era algo impensable porque yo sabía lo que quería ser y era la única cosa que quería hacer en la vida e iba a conseguirlo.
¿Qué consejo le darías alguien que está pasando por un proceso similar al tuyo?
Lo primero, asumir la importancia de tomarse un tiempo para uno mismo para desarrollar algo que le guste. Puede hacer cerámica, yoga, aprender a dibujar, trekking, aprender un idioma o cualquier actividad que te haga sentir bien y te ayude. Las personas que sientan mucha responsabilidad laboral desconectarán aún más practicando cualquier actividad relacionada con el cuerpo y las manos.
Lo segundo, empezar a escuchar al cuerpo. A veces estamos muy cansados físicamente, pero nuestra mente tira del cuerpo para seguir adelante. Sin embargo, cuando comenzamos a escuchar al cuerpo y a conectar con él, nos damos cuenta de que nuestra mente miente, pero el cuerpo habla muy claro. Cuando escuchamos al cuerpo no podemos ignorar otros malestares.
¿Eres más feliz ahora?
Yo creo que se puede ser feliz a ratos. No creo que una persona pueda ser feliz todo el tiempo. Yo ahora me siento bien y tengo muchos ratos de felicidad. Ahora puedo parar a mirar la belleza en la vida me permito el lujo de disfrutarlo. Entonces si tengo que decir si soy más feliz ahora, sí, sin duda.
Categoría: Vet Voices
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