Dr. Luis Feo quiso dedicarse al deporte de élite hasta que descubrió la Veterinaria. Su formación como deportista le ha ayudado a tener mucha disciplina y concentración. Para mantener el equilibrio genera espacios de desconexión total entre semana y en sus días libres, encontraremos a Luis practicando la escalada.
Antes de estudiar veterinaria eras un atleta de alta competición. ¿Sientes que el deporte ha definido la forma de estar y enfocar tu carrera?
Si, no llegué a ser deportista de élite pero le dediqué muchos años de mi vida. Me ha ayudado a tener mucha disciplina y me fue muy, muy útil en momentos difíciles de la carrera. Y sobre todo en la Residencia de Medicina Interna, que requiere unas altas exigencias de dedicación, concentración y motivación. Yo creo que ha sido fundamental para mí para superar estas dificultades.
¿Qué es más difícil de llevar a nivel mental y emocional? ¿El deporte o la veterinaria?
Creo que el deporte es más complejo y difícil. La competitividad que rodea el deporte profesional es muy alta y eso hace que la tensión también sea muy alta. Con la veterinaria no tengo que competir con nadie, solo conmigo mismo.
En el deporte puedes hacer las cosas muy, muy bien y no tener ninguna recompensa. En cambio como veterinario hago las cosas todo lo bien que puedo y recibo la recompensa generalmente proporcionada a lo que hago. Esto me genera una menor tensión y un menor estrés.
¿Sientes más presión por no equivocarte al ser diplomado en medicina interna y tener todos los ojos de tu equipo puestos en ti?
No tengo la sensación de tener presión por no equivocarme, porque soy consciente que a veces me voy a equivocar. Es un hecho que hay que asumir. Me centro en hacer todo lo que está en mi mano: leer el último artículo que ha llegado a mis manos o ayudar en lo máximo posible al paciente o a un compañero. En esto sí me presiono a mí mismo.
Si me equivoco, intento darme cuenta lo antes posible y buscar soluciones para corregirlo. Y si es posible, evito que me vuelva a pasar.
La responsabilidad por equivocarse puede generar estrés entre los jóvenes ¿Cómo has lidiado o lidias personalmente con tus propias equivocaciones?
Como he comentado antes, asumo que me voy a equivocar en algún momento e intento buscar soluciones lo antes posible. Lo que me digo a mí mismo y les intento inculcar a mis residentes e internos es que se aprende más de las equivocaciones que de los aciertos. En mi residencia aprendí más de los casos en los que me equivoqué de los que acerté. Es una fase más del camino que hay que asumir e integrar en uno mismo.
Te conocen por tener un estilo muy particular de enseñar… pero al final todos te adoran. ¿Cuándo estás guiando a un veterinario joven qué skills (hard y soft) son para ti las más importantes a desarrollar?
Cuando enseño, hay algo fundamental que intento que comprendan: para aprender algo hay que tener una dedicación amplia. No importa lo inteligente o capacitado que estés, sino que tengas un alto interés en tu profesión.
Hay que transmitir la importancia de la dedicación y de la ilusión en lo que haces. Me encanta enseñar, pero más si la persona tiene esta ilusión y ganas de aprender. Y si no las tiene, que a veces pasa, intento encontrar la manera de que desarrolle esta emoción hacia lo que estamos aprendiendo: en mi caso la medicina interna.
Cuando hay ilusión y motivación, sobre todo entre la gente joven, se convierte en una herramienta de canalización de la energía en la buena dirección y salen buenos profesionales, buenas personas y buenos compañeros.
Haces tantas cosas al día ligadas a la veterinaria (clínica, docencia, asesoría técnica…) que es difícil seguirte el ritmo.
Pues sí, hago muchas cosas, a veces pienso que demasiadas. Creo que hacer diferentes cosas genera un beneficio para cada una de ellas. Tengo la posibilidad de ver mi profesión desde diferentes puntos de vista que me hacen mejor en cada uno de ellos. Es importante para mí diversificar un poco y así tener los pies un poco más en la tierra.
¿Tu cerebro puede dejar de pensar en casos clínicos alguna vez? ¿Tienes hobbies?
Aunque hago muchas cosas, creo que es importante tener momentos de desconexión y soy bastante estricto en esto. A lo largo de la semana voy generando espacios de desconexión total. Durante la residencia aprendí que necesitaba un hobby que me permitiera no pensar excesivamente en el trabajo o en los casos. Y esto lo he conseguido gracias a la escalada.
La escalada deportiva, por el riesgo que supone, me permite estar totalmente concentrado en ella y olvidar la profesión. Además, me permite conectar con la Naturaleza, que es una de mis pasiones. Hacer una actividad deportiva para mí es muy beneficioso a todos los niveles. Por otro lado, gracias a la escalada tengo una gran conexión con mis amigos, lo que me genera un gran beneficio emocional y espiritual. La escalada y la veterinaria han sido los grandes factores que me han proporcionado el equilibrio en la vida.
Eres tan empático como pragmático en el abordaje de tus casos y en la forma como te relacionas con los propietarios. ¿Cómo proteges tus emociones en general?
No protejo mis emociones, sino que las integro. Intento dar todos los días lo mejor de mí, algunos días con mejor o peor resultado. Y si esto ocurre, lo intento normalizar e integrar en mi vida. Creo que he integrado bien mi trabajo en mi día a día, para lo bueno y para lo malo. Lo observo desde cierta distancia, lo que me permite sobrevivir a ciertas situaciones difíciles o que afectan más a nivel emocional.
¿Cuál sería para ti la llave de la salud mental y del equilibrio en este gremio?
Es una pregunta compleja que quizá necesitaría la respuesta de alguien más capacitado que yo.
En mi opinión creo que hay tres factores importantes:
El primero es respetar los tiempos de desconexión en el trabajo. Parece que el veterinario es un profesional que tiene que trabajar las 24 horas del día y es importante que se generen espacios de desconexión absoluta para tener una vida que no esté totalmente vinculada a la veterinaria.
Lo segundo son las condiciones laborales. En nuestro sector probablemente no son tan buenas como deberían. Hay que seguir trabajando para establecer unas condiciones más dignas que mejorarán nuestra salud mental.
El tercero es reconocer que estamos sometidos a un estrés constante, debido a que trabajamos con seres vivos y con clientes que en algunos momentos tienen muchas dificultades. Para trabajar en este contexto es importante tener una ayuda, un soporte de terapeutas que nos enseñen a gestionar las dificultades de este trabajo.
¿Qué crees que debería cambiar en la profesión para mejorarla?
Creo que tiene que cambiar la manera en que la sociedad ve al veterinario: tenemos un papel importante que la sociedad tiene que reconocer, como pasa en los países nórdicos o anglosajones. Esto puede ayudar a mejorar las condiciones y generar mayor respeto hacia nuestra profesión.
Por otro lado, debemos ser un poco autocríticos y mejorar nuestra propia gestión, desde los Colegios de Veterinarios a las Instituciones. Hay algunas que funcionan muy bien pero otras están estancadas en el inmovilismo, como pasa en muchos Colegios de Veterinarios.